Deberían de informar a la población
de los mapas de afectados por los “diversos” tipos de cáncer,
puesto que así podríamos ver lo que las autoridades tratan de
ocultar, un extenso mapa formado por afectados en el que se podría
ver que muchos casos se producen en determinadas zonas con una
influencia muy clara.
Para entender de un modo básico
deberíamos de hablar del cáncer y los campos eléctricos y
magnéticos, que son fenómenos naturales que han
estado presentes
en nuestro medio ambiente desde siempre.
El proceso de carcinogenicidad es
complejo y reconoce básicamente dos orígenes: genético, cuando la alteración se produce sobre
el ADN, o epigenético, si las modificaciones fueron sufridas por otras moléculas diferentes al ADN
(por ejemplo del huso mitótico que se forma durante la división celular).
Etiología genética
Cuando la etiología es el daño
genético, el proceso de desarrollo del cáncer tiene tres etapas:
1. Período de inducción: el ADN de
una célula normal puede ser dañado por agentes físicos (p. Ej.
radiación ultravioleta) o químicos
(p. Ej. Hidrocarburos aromáticos policíclicos).
Las células
cuentan con mecanismos de
reparación , supervisados y controlados por un equipo específico
de
enzimas, que resulta altamente eficiente y los errores cometidos
son menores al 1% de las
reparaciones realizadas.
Sin embargo, cuando se produce un
error, el ADN de la célula queda
modificado, con características
genéticas diferentes a las de la célula original. Estas células
alteradas genéticamente aún pueden ser destruidas por el organismo,
o pueden sobrevivir y
reproducirse manteniendo su nueva identidad,
como células iniciadas en el proceso de
carcinogenicidad.
Los errores que quedan “fijados” y
pueden ser transmitidos a las nuevas
generaciones de células se
denominan “mutaciones”. Estas mutaciones pueden activar genes
específicos llamados “oncogenes” que estimulan la proliferación
celular o protección contra la
muerte celular, impidiendo que la
célula dañada se elimine.
Asimismo las mutaciones pueden
inactivar genes que normalmente actúan inhibiendo la proliferación
(genes supresores de tumor).
Las sustancias o agentes físicos que
son capaces de generar estos cambios se denominan
“iniciadores” y en la mayoría de
los casos son “carcinógenos completos” que pueden mantener el
proceso a través de la estimulación
de los siguientes pasos de promoción y progresión.
La
iniciación también puede
producirse de forma espontánea sin que medie ninguna agresión
externa.
2. Período de latencia: La primera
etapa es seguida por un periodo durante el cual el grupo de
células
modificadas permanece
inactivo, a la espera de
condiciones más
favorables.
Este período de latencia puede
durar
varios años.
3. Período de promoción: La promoción puede ocurrir espontáneamente por agentes
3. Período de promoción: La promoción puede ocurrir espontáneamente por agentes
endógenos o por agentes
promotores
físicos o químicos.
Durante el estado de promoción
se
produce la expansión
selectiva de las células
iniciadas, a través
de
mecanismos moleculares y
celulares que no implican
alteraciones estructurales
directas del ADN, sino de la
expresión
genética. La
promoción de las células
iniciadas es un proceso
reversible que depende de la
exposición continuada al agente
promotor, de la edad de la célula y de factores de la dieta y
hormonales.
4. Período de progresión: El agente
progresor es aquel compuesto químico capaz de convertir una célula iniciada o en estado de
promoción en una célula potencialmente maligna.
El estado de progresión se puede desarrollar a
partir de células en estado de promoción o bien directamente a partir de células normales como
resultado de la administración de dosis relativamente altas (dosis citotóxicas) de agentes carcinógenos
completos (aquellos capaces de inducir la iniciación, promoción y progresión de la
carcinogénesis a partir de células normales).
La progresión de la carcinogénesis se puede producir
también mediante la incorporación en el genoma de información genética exógena (por ejemplo, de
virus) o alteraciones cromosómicas espontáneas. Es un proceso irreversible.
En el
entorno en que vivimos, hay
campos electromagnéticos por todas partes.
Aunque algunos de estos campos son
visibles, por ejemplo el arco iris,
la mayoría de ellos son
invisibles para el ojo humano.
Se producen
campos eléctricos por el
depósito de cargas eléctricas en determinadas
zonas de la
atmósfera por efecto de las tormentas. El campo magnético
terrestre provoca la orientación de las brújulas en dirección
Norte-Sur.
Existen fuentes naturales de campos
electro magnéticos de frecuencias muy bajas, por la
acumulación de cargas eléctricas en determinadas
zonas de la
atmósfera por efecto de las tormentas y el campo magnético
terrestre. También hay
animales con capacidad de generar
biológicamente grandes intensidades de campos eléctricos, y
aún
el cuerpo humano, presenta actividad eléctrica en el sistema
nervioso central, el corazón o los
nervios periféricos.
Todos estamos rodeados de campos
eléctricos y magnéticos en el hogar y en el trabajo.
Los campos electromagnéticos se
definen como radiación, que equivale a decir que es energía
transmitida por ondas. Son una
combinación de ondas eléctricas y
magnéticas que se desplazan simultáneamente, están
caracterizados por una frecuencia y su
correspondiente longitud de
onda; estas dos características están
directamente relacionadas entre
sí: cuanto mayor es la frecuencia,
más corta es la longitud de onda.
La
frecuencia es el número de
oscilaciones de la onda por segundo, que
se mide en hertzios (ciclo
por segundo), y la longitud de onda es la
distancia entre una onda y
la siguiente.
La correcta evaluación de los efectos
sobre la salud de los campos electro magnéticos exige establecer la
relación dosis-
respuesta, y por lo tanto, una caracterización
adecuada y completa de la exposición. La exposición
a campos
electro magnéticos es compleja y multifacética, debido a la
multiplicidad de fuentes y a la naturaleza cíclica,
de acuerdo a
patrones diarios o estacionales, que tiene el uso de la energía y
del amplio rango de
artefactos eléctricos.
Esto condiciona la interpretación de
las mediciones hechas en los lugares de
trabajo, los hogares o los ambientes
exteriores.
La evaluación de la exposición ha
sido uno de los aspectos más controvertidos en el análisis de la evidencia científica de los efectos
sobre la salud, dado que la validez de los hallazgos de enfermedad asociados a campos electro
magnéticos dependerá en gran medida de la correcta valoración de
dicha
exposición.
La evaluación de los posibles efectos
perjudiciales para la salud de los campos electromagnéticos exige la realización de diversos
estudios en diferentes campos de investigación.
Podemos distinguir básicamente tres
tipos de estudios: a) los que utilizan cultivos celulares, b) los realizados sobre animales de
experimentación y c) los estudios epidemiológicos en humanos.
Antes de alcanzar conclusiones sobre
posibles peligros para la salud, los científicos evalúan todos los resultados de interés, incluidos
los de estudios epidemiológicos y los de estudios con animales y con células.
La mayoría de los estudios
epidemiológicos corresponden a los diseños de cohortes y de casos-controles, ya que son los más
adecuados para establecer asociaciones entre causas y efecto.
Sin
embargo, los estudios
epidemiológicos no pueden normalmente determinar por sí mismos la existencia de una relación clara entre
causa y efecto, principalmente porque sólo detectan asociaciones estadísticas entre los
niveles de exposición y determinada enfermedad, que puede o no deberse a la exposición.
Asimismo, una asociación estadística
puede deberse únicamente a
efectos aleatorios, a errores
sistemáticos durante la investigación, a la presencia de variables
de
confusión que no han sido controladas correctamente (por ejemplo
la exposición a otros agentes
físicos, químicos o biológicos
responsables del mismo efecto), debido a que el estudio puede no
haber sido diseñado correctamente.
Los argumentos a favor de una relación
de tipo causa y efecto se ven reforzados si existe:
a) una
asociación persistente y
fuerte entre la exposición y el efecto, b) una relación clara entre
dosis y
respuesta, c) una explicación biológica creíble, d)
resultados favorables de estudios pertinentes
con animales y, sobre
todo, e) coherencia entre los diferentes estudios.
Todos estos factores no
han estado
generalmente presentes en los estudios sobre la relación entre los
campos
electromagnéticos y el cáncer. Este es uno de los
principales motivos por los que los científicos se
han resistido
generalmente a concluir que los campos electromagnéticos débiles
produzcan efectos
sobre la salud.
Si los niveles de los campos
electromagnéticos típicos del medio fueran cancerígenos potentes,
ya se hubiera demostrado fácilmente este
efecto.
Por el contrario, es mucho más difícil
demostrar si
los campos electromagnéticos de intensidad baja tienen
un efecto cancerígeno débil, o si son muy
cancerígenos para un
grupo pequeño de personas del conjunto de la población.
La ausencia de un
efecto en los
estudios podría significar que verdaderamente el efecto no existe,
pero también
podría significar sencillamente que el efecto no es
detectable con el método de medición utilizado.
Por consiguiente, los resultados
negativos son generalmente menos convincentes que los resultados positivos claros.
La diferencia fundamental entre unas
radiaciones electromagnéticas
y otras es su frecuencia, cuanto más
elevada es su frecuencia mayor
es la cantidad de energía que
transporta la onda. Así, podemos dividirlas
en radiaciones
ionizantes y radiaciones no ionizantes.
Las radiaciones ionizantes pueden
transmitir energía suficiente como para romper
los enlaces químicos
(ionización).
Daños importantes en el material genético de la célula, el ADN, pueden matar a las propias células quedando el tejido lesionado o muerto.
Daños importantes en el material genético de la célula, el ADN, pueden matar a las propias células quedando el tejido lesionado o muerto.
Daños menores en el ADN
pueden
provocar cambios permanentes en las células que pueden
conducir al
cáncer.
Las radiaciones ionizantes están
presentes en los
rayos gamma producidos por materiales radioactivos,
en los rayos X
o en la radiación ultravioleta de alta frecuencia.
A diferencia de las radiaciones
ionizantes localizadas en la parte más
alta del espectro
electromagnético, el resto de los campos
electromagnéticos son
demasiado débiles para producir daño a las
moléculas que forman
nuestras células y por lo tanto no producen
ionización.
Es por esto que se llaman radiaciones
no ionizantes (ondas de
baja frecuencia; ondas de radio; microondas;
infrarrojo, visible y
ultravioleta de frecuencia infraionizante).
Porque se sabe que no son ionizantes aunque se presupone por ello,
que no producen efectos adversos.
Las radiaciones ionizantes (rayos alfa,
beta, gamma y X) son capaces de dañar una molécula de ADN y participar en la etapa de
inducción. Si bien no basta con dañar una molécula de ADN pues es necesario, además, que ocurra un
error durante la reparación, es evidente que cuanto mayor es la cantidad de células dañadas mayor
será la cantidad de reparaciones y la posibilidad de que se produzcan fallos.
En cambio, la radiación no ionizante
es incapaz de producir una rotura del ADN, pues no tiene energía suficiente para romper ningún
enlace químico, por lo que, en principio, no podría actuar en el proceso de carcinogénesis
genética.
La única excepción la constituyen los
rayos ultravioletas de tipo A (UVA 320-400 nanómetros) y tipo B (UVB ultravioleta 290-320 nm nanómetros). La luz ultravioleta produce
mutaciones en el ADN y como consecuencia tumores de piel. La UVA es menos carcinógena y
produce mayormente oxidación del ADN mediante la activación fotodinámica de especies
reactivas del oxígeno (radicales libres).
Hay compuestos
químicos que pueden
ser afectados por la radiación ultra violeta y producir la oxidación del ADN,
principalmente mediante la generación de especies reactivas del
oxígeno.
Al respecto, se han hecho múltiples
experiencias de laboratorio, in vivo e in vitro, con cultivos de leucocitos humanos, animales de
laboratorio, bacterias, etc., que han demostrado que la radiación no ionizante no puede dañar una
molécula de ADN.
Sin embargo, en una serie de estudios
realizados con linfocitos sanguíneos expuestos a radiación de 800 MHz se ha detectado un aumento
muy significativo del porcentaje de células binucleadas y micronúcleos, lo que implica una
evidencia clara de daño genético. La hipótesis, no confirmada aún, que esgrimen algunos
investigadores es que la radiación electromagnética puede afectar
la
capacidad y eficacia del proceso de reparación del ADN dañado,
lo que se manifestaría por el aumento de células modificadas.
Dependiendo del nivel de energía, la
radiación electromagnética puede ser ionizante o no ionizante.
La radiación ionizante es aquella que
tiene suficiente energía para desplazar electrones de las moléculas y formar iones. Para que
dicha ionización se produzca, la energía de radiación debe ser mayor que la energía que une el
electrón a su molécula.
Las radiaciones que componen el
espectro electromagnético pueden ser ionizantes o no ionizantes. Son radiaciones ionizantes las de
frecuencias más altas (longitudes de onda más cortas) ya que transportan más energía que los de
las ondas de menor frecuencia (longitudes de onda más largas).
Son radiaciones electromagnéticas
ionizantes: los rayos gamma que emiten los materiales radioactivos, los rayos cósmicos y los
rayos X .
Además la radiación ionizante tiene
propiedades penetrantes. Dependiendo de su energía se requieren diferentes materiales para
detenerlos: los rayos gamma y los rayos X, usados en medicina, según sus energías, exigen
un blindaje grueso de material pesado como hierro, plomo u hormigón.
La radiación ionizante tiene efectos
biológicos conocidos, resultantes de la transferencia de energía a las moléculas de las
células de estos tejidos. Como resultado de esta interacción las funciones de las células pueden
deteriorarse de forma temporal o permanente y ocasionar incluso la muerte de las mismas.
La gravedad de la lesión depende del
tipo de radiación, de la dosis absorbida, de la velocidad de
absorción y de la sensibilidad del tejido frente a la radiación.
Las radiaciones no ionizantes poseen
muy baja energía, un millón de veces menor que la necesaria para romper enlaces químicos
y, por lo tanto, son incapaces de producir una ionización.
Las radiaciones no ionizantes incluyen
las radiaciones ópticas (ultravioleta, visible, infrarroja y láser)
y las radiaciones electromagnéticas de baja frecuencia y longitudes
de onda relativamente largas (microondas, televisión, telefonía
celular, radares, radiofrecuencia y muy baja frecuencias como los que
producen las redes eléctricas y los campos estáticos eléctricos y
magnéticos).
La radiación electromagnética
ionizante, como los rayos X y rayos gamma, contiene fotones con energía suficiente para romper enlaces
moleculares.
Los fotones de las ondas
electromagnéticas de frecuencias de red y de radio, de telefonía
celular, de microondas o generadas por la
electricidad, son mucho menos energéticos y no tienen esa capacidad.
Esta característica marca una
diferencia fundamental en el proceso de generación de cáncer (carcinogénesis).
Los campos electromagnéticos se pueden
dividir en campos eléctricos y magnéticos de baja frecuencia,
campos de frecuencia intermedia y campos de alta frecuencia o
radiofrecuencia.
Las radiaciones de frecuencia baja son
emitidas por la red de abastecimiento eléctrico y todos los aparatos
eléctricos. Las pantallas de computadoras, los dispositivos
antirrobo y los sistemas de seguridad son las principales .
Las estaciones de telefonía móvil normalmente se instalan en lo alto de edificios o en torres a alturas de entre 15 y 50 metros y emiten ondas de radio que se propagan de forma casi paralela al suelo.
En consecuencia, a nivel del suelo, las
intensidades de los campos de radiofrecuencia son muy inferiores a
los niveles considerados peligrosos. Aunque nadie quiere reconocer
que muchas veces incluso en el suelo, se han registrado alarmantes
niveles y por lo tanto peligrosos en estas fuentes de campos de
frecuencia intermedia.
Los campos eléctricos de la red más
intensos presentes en nuestro entorno son los de los lugares situados
bajo las líneas eléctricas de alta tensión.
Por el contrario, los campos magnéticos
de frecuencia de red más intensos se encuentran normalmente en
puntos muy próximos a motores y otros aparatos eléctricos, así
como en equipos especializados para generar imágenes para el
diagnóstico médico, como pudiera ser la medicina nuclear general o
los transformadores eléctricos.
Un transformador de potencia se utiliza
para la generación de energía y también el transporte de
electricidad a diferentes escalas, tanto para grandes superficies y
muchos dispositivos como para casas y pequeños dispositivos.
Los transformadores de potencia
industriales y domésticos que operan en la frecuencia de la red
eléctrica. Pueden ser monofásicos o trifásicos y están diseñados
para trabajar con con voltajes y corrientes elevados.
Las principales fuentes de campos de
radiofrecuencia son la radio, la televisión, las antenas de
telefonía móvil, los teléfonos móviles e inalámbricos, los
hornos microondas y las antenas de radares.
Los hornos microondas, por ejemplo,
utilizan frecuencias altas para el calentamiento rápido de
alimentos. Sin embargo, disponen de una protección eficaz que reduce
la salida de radiación hasta niveles indetectables. Siempre y cuando
no tenga el cristal roto, puerta rota o algún defecto que haga que
esta contención sea nula y muy perjudicial para la salud.
Los campos de radiofrecuencia se
utilizan para transmitir información a largas distancias y son la
base de las telecomunicaciones, así como de la difusión de radio y
televisión.
Los niveles de exposición en las
inmediaciones de las antenas de telecomunicaciones pueden ser altos,
aunque la población general tenga un fácil acceso a esas zonas en
lo que suele llamarse terraza para tender en la azotea.
Sólo se superarían los niveles
recomendados si una persona se acercara a menos de uno o dos metros
de las antenas., lo cual hace que me pregunte ¿qué pasa con las
personas que viven justo debajo, al lado, de estas antenas?.
La exposición a corto plazo a campos
electromagnéticos muy intensos puede ser perjudicial para la salud,
pero la exposición a niveles altos supuestamente está limitada por
las directrices nacionales e internacionales.
El principal efecto de los campos
electromagnéticos de radiofrecuencia, como los emitidos por la
telefonía móvil, es el calentamiento de los tejidos del organismo.
Los niveles de campos de radiofrecuencia a los que normalmente están
expuestas las personas, son mucho menores que los necesarios para producir un
calentamiento significativo.
Todos los comités de expertos, entienden y coinciden “si no se sobrepasa el límite de exposición establecido, no se producirán efectos perjudiciales para la salud. ¿Pero qué pasa cuando se sobre pasa dicho límite?, por ejemplo, al igual que morían doctores con los rayos x, existe un mayor riesgo de leucemia o tumores cerebrales entre los trabajadores de la red eléctrica de alta tensión, ¿por qué?, curioso que nadie se pregunte esto y se asocie a “vete a saber, pero de eso o es”.
Actualmente se dispone de varios
estudios científicos realizados sobre habitantes de casas cercanas a
líneas de alta tensión industrial, residentes en domicilios con
instalaciones de alta tensión y trabajadores de la red eléctrica e
incluso un mapa de afectados.
Usando datos de estudios en seis países
europeos, nueve estados de EEUU, cinco provincias de Canadá y Nueva Zelanda, un grupo de
investigadores halló un aumento de dos veces en el riesgo relativo
de leucemia infantil, confinado a una muy pequeña fracción de niños
(estimada en 0,8% en un gran análisis conjunto) con exposiciones
residenciales a campos electromagnéticos de 0.4 μT.
El exceso
esperado de casos de leucemia infantil por exposición a niveles de
campos magnéticos >0.4 μT fue de aproximadamente 20 niños entre
3.203. Este hallazgo es difícil de interpretar en ausencia de
mecanismos biológicos conocidos o soporte experimental reproducible
de carcinogenicidad.
En tanto, no hay evidencia clara de una
relación entre leucemia infantil exposición residencial a campos electromagnéticos entre niños
con niveles de exposición estimada por debajo de 0.4 μT.
Hay alguna evidencia que sugiere que un
sesgo de selección podría haber influido en los incrementos de riesgo entre la
proporción de niños con altos niveles de exposición residencial a campos electromagnéticos.
Es improbable que estudios
epidemiológicos adicionales clarifiquen esta relación a menos que grandes números de casos con
exposiciones 0.4 μT puedan ser reclutados y se minimicen los defectos metodológicos,
particularmente el sesgo de selección.
En base a la evaluación de la
evidencia científica disponible, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha
clasificado a los campos eléctricos y magnéticos de extremadamente baja frecuencia de
acuerdo al riesgo de causar cáncer de la siguiente manera.
Los campos magnéticos de
extremadamente baja frecuencia son posiblemente carcinógenos para los humanos (Grupo 2B).
Los campos eléctricos de
extremadamente baja frecuencia no son clasificables como carcinógenos en humanos (Grupo 3).
Todos los estudios publicados sobre
Esclerosis lateral amiotrófica y campos electromagéticos están basados en exposición
ocupacional.
Para evaluar la exposición a campos electromagnéticos,
se usaron los puestos de trabajo, los certificados de defunción o un
registro censal como fuente de información sobre exposición, y
otros usaron la historia laboral acompañada con una matriz de
exposición ocupacional o algún otro índice de exposición.
Los métodos para diagnosticar y
confirmar los casos fueron variables en los diferentes estudios,
desde información de certificados de defunción, hasta informes de
clínicas neurológicas especializadas. Según los diseños
utilizados se pueden dividir en tres grupos.
- El primer grupo es de tres estudios que no utilizaron registros de mortalidad sino clínicas neurológicas para confirmar diagnóstico y en un caso la Sociedad de Esclerosis lateral amiotrófica. En dos de los estudios basados en datos de clínicas, faltan las bases poblacionales especificadas a partir de las cuales los casos fueron generados, y usaron amigos y familiares como fuentes para
controles.
De este modo, estos dos estudios tienen
sesgos de selección cuya dirección y magnitud no puede ser
predecida con certeza. A pesar de otras ventajas, tales como el
diagnóstico específico y la evaluación cuidadosa de la exposición
en uno de ellos, la contribución es limitada.
El tercer estudio en este grupo tiene
una población en estudio claramente definida de la cual todos los
casos prevalentes y diagnosticados fueron identificados y los
controles fueron una muestra aleatoria de la población. La
evaluación de exposición en este estudio, sin embargo, estuvo
basada sobre un cuestionario con preguntas bastante crudas con
respecto al trabajo eléctrico y la exposición ocupacional a campos
electromagnéticos y los resultados fueron inconsistentes.
- El segundo grupo consiste en dos
estudios basados en certificados de defunción para la identificación de casos y puestos de
trabajo para la evaluación de exposición, uno a partir de los
certificados de defunción y otro a partir de censos.
La fuerza de ambos estudios recae sobre
la minimización del sesgo de selección como consecuencia de la
confianza sobre la información registrada, y el gran número de
sujetos, reflejado en el estrecho intervalo de confianza. La mayor
debilidad es la información cruda sobre la cual se basa la
evaluación de la exposición, solo el puesto de trabajo en un
momento, sin mediciones ni otros datos para asegurarla.
- El tercer grupo comprende dos
estudios basados en cohortes de trabajadores de servicios, uno en EEUU y otro en Dinamarca. Ambos
tienen diseños que reducen el sesgo de selección al mínimo ya que
comienzan con una cohorte bien definida y las muertes son buscadas en
los registros de mortalidad.
Ambos detallan claramente los
procedimientos para la evaluación de exposición que involucran la
clasificación de las ocupaciones sobre la base de mediciones. Otra
fortaleza fue la duración de cada ocupación. A pesar del gran
tamaño nominal de las cohortes, el número efectivo de casos
expuestos fue modesto.
Los resultados combinados de estos dos
estudios es un riesgo relativo RR de 2.7 (1.4-5.0), que demuestra un claro aumento en
la mortalidad por esclerosis lateral amiotrófica con un intervalo
combinado de confianza que sugiere que el aumento del riesgo es
improbable que se deba al azar.
No hay sesgos obvios en el diseño,
tales como errores de clasificación en la exposición o el
diagnóstico, que puedan explicar el riesgo elevado. Sumado a la
evidencia de menor peso que aportan los otros estudios, estos dos
estudios proveen una evidencia relativamente fuerte de que el trabajo
con exposición a campos electromagnéticos en la industria de
servicios está efectivamente relacionada al aumento de la mortalidad
por esclerosis lateral amiotrófica.
En un análisis de cinco estudios, se
observó una aparente asociación entre exposición a campos
electromagnéticos y riesgo de enfermedad. Los dos primeros son
estudios de casos-controles basados en datos clínicos.
Uno combinó tres series de pacientes,
uno de EEUU y dos de Finlandia, provenientes de centros neurológicos especializados en
diagnóstico y tratamiento de la enfermedad de Alzheimer y puede sumirse que están basados en
diagnósticos de alta calidad.
Para una serie fueron usados como
controles pacientes con demencia vascular, para la segunda fueron
otros pacientes sin enfermedad neurológica y para el tercero
controles del vecindario.
El segundo estudio es de los mismos
investigadores, los casos procedieron de clínicas neurológicas de
los EEUU y los controles fueron otro grupo de pacientes.
La clasificación de la exposición se
basó sobre la ocupación reportada por el paciente o su familia. La mayor debilidad es la falta de una
población de estudio especificada y el sesgo de selección potencial.
De los otros tres estudios, uno se basó
en el Registro Sueco de Gemelos. Los investigadores evaluaron gemelos incluidos en el
registro, que fue establecido con el propósito de realizar estudios genéticos de demencia en
gemelos.
La exposición a campos
electromagnéticos fue evaluada con entrevistas que incluían la
historia laboral. La calidad de los diagnósticos fue buena así como
la evaluación de exposición a campos electromagnéticos.
Otra fortaleza fue la base poblacional
definida. El problema principal fue el pequeño tamaño, que se
refleja en el gran intervalo de confianza.
Otro problema está relacionado con el
uso indistinto de la ocupación primaria o última como base para los
análisis. Los dos últimos estudios son los mismos que se
discutieron para esclerosis lateral amiotrófica, que estudian los
certificados de defunción y trabajadores de servicios en EEUU.
Ambos son estudios confiables pero el
estudio de certificados de defunción usa medidas crudas para la
evaluación de exposición a campos electromagnéticos. El estudio de
trabajadores es menos útil para la enfermedad de Alzheimer debido a
la limitada utilidad de los certificados de defunción como fuente de
clasificación de enfermedad.
Sin embargo, los investigadores
reportan resultados para causas subyacentes de mortalidad y para
causas contribuyentes, y hay diferencias entre aquellos resultados.
Cuando se usan las causas contribuyentes, hay un escaso soporte para
una asociación entre campos electromagnéticos y la enfermedad de
Alzheimer, mientras que usando causas subyacentes se obtiene algún
soporte para una asociación.
Dada la naturaleza de esta enfermedad
parece más lógico buscarlas como causas contribuyentes.
Interpretación. Aún si los estudios
sobre esclerosis lateral amiotrófica sugieren consistentemente un
riesgo aumentado en sujetos expuestos a campos electromagnéticos,
sería necesario contar con resultados confirmatorios de estudios
adicionales, específicamente diseñados para este propósito.
Si bien la elevación de riesgo
observado es precisa, requiere ser explicada, considerando
explicaciones alternativas a la hipótesis de la exposición a campos
electromagnéticos. Una de tales alternativas que podría estar
confundiendo es la exposición a choque eléctrico, lo cual es
concebible para el aumento del riesgo de esclerosis lateral
amiotrófica dado que los trabajadores en la industria de servicios
tienen riesgo de experimentarlo.
Algunas de estas revisiones reportaron
análisis que ciertamente relacionan choque eléctrico con esclerosis
lateral amiotrófica pero ninguno de estos estudios proporciona un
análisis en el cual la relación entre campos electromagnéticos y
esclerosis lateral amiotrófica fue estudiada con controles
para choques eléctricos.
Un cálculo crudo se puede hacer a
partir de los datos de investigadores que indican que la asociación
con campos electromagnéticos se sostiene aún después de controlar
la experiencia de choque eléctrico.
Para la enfermedad de Alzheimer, cuando
se evalúan todos los estudios, parece haber una asociación entre
exposición a campos electromagnéticos y riesgo de enfermedad. Sin
embargo, estos resultados están confinados a los primeros dos
estudios de EEUU y no han sido confirmado por los ulteriores.
Ambos
pueden haber sido afectados por sesgos de selección. Debido a que el
estudio de poblaciones está indefinido, no hay forma de determinar
la extensión a la cual los controles son representativos con
respecto a la exposición de la población de la cual se originaron
los casos.
Conclusiones. Los resultados sobre
esclerosis lateral amiotrófica son sugestivos y apuntan hacia un
posible aumento del riesgo en sujetos expuestos a campos
electromagnéticos.
Sin embargo, se necesitan estudios
confirmatorios, con apropiada consideración de variables de
confusión, por ejemplo el choque eléctrico como explicación
concebible. Asimismo, para la enfermedad de Alzheimer hay débiles
evidencias de asociación con campos electromagnéticos.
Cuando podemos ver en un mapa que todos
esos puntos son personas, con diferentes tipos de cáncer y que las
autoridades no hacen nada o dicen que no saben qué pasa, pero que
seguro no provoca cáncer.
Lo más curioso del asunto es saber que
la inmensa mayoría de personas que no quieren obtener ningún
beneficio por investigar el problema, coinciden en que hay muchos
interrogantes a los que las compañías no quieren responder.
A pesar de los 20 años de
investigación epidemiológica sobre la relación de los campos
electromagnéticos con el riesgo de enfermedad crónica, todavía
quedan cuestiones epidemiológicas que es necesario resolver.
Para que sean de valor los próximos
estudios deberán ser de alta calidad metodológica, de suficiente
tamaño y con suficiente número de
individuos con altos niveles de exposición, y deben incluir grupos
de exposición adecuados y evaluaciones de exposición sofisticadas.
Especialmente para leucemia infantil,
poco se ganará con la repetición de investigaciones de riesgo a
niveles bajos y moderados de exposición, a menos que tales estudios
puedan ser diseñados para probar hipótesis específicas, tales como
el sesgo de selección o aspectos de exposición no considerados
previamente. Hay una necesidad de estudiar los efectos fisiológicos
posibles en humanos que pudieran relacionarse con enfermedades
crónicas.
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