Seguía
sentada allí, esperando conocer en qué consistiría mi supuesta
cooperación. Pretendía mostrarme serena, aunque a duras penas podía
aguantar tanto dolor. Metálico,
sería el calificativo más apropiado para designar tal
situación.
Me
esforzaba, con la única imagen en mi mente de mis hijos jugando,
ajenos a toda esta sinrazón. La voz volvió a resonar en mi cabeza.
Mantuve los oídos bien abiertos y un talante que ocultara mi
anterior altivez y ese aspecto resabiado en el que en más de una ocasión
me había dado más de un quebradero de cabeza.
“Sabemos
de lo que eres capaz. Conocemos tus altas dotes disuasorias y
queremos hacer uso de ellas. Saldrás hoy mismo al exterior”
“¿Hoy
mismo? Si apenas me sostienen las piernas, señor”
“Lo
que tu padeces, digamos que no es más que una alucinación. Tu
cuerpo está en perfectas condiciones pero te indujimos un estado de
shock. No es más que miedo lo que te paraliza. Tu dolor extremo
viene derivado de la desilusión. En realidad podrías haber muerto.
La mente ya sabes que es prodigiosa y puede jugar malas pasadas...”
“Tu
misión consistirá en captar al mayor número de humanos. Debes
difundir entre ellos que nuestra presencia en la tierra es
beneficiosa para ellos. Puedes recurrir a los argumentos que se te
ocurran pero no olvides dejar en todos y cada uno de ellos la
impronta y el buen regusto de quien se cree al fin reconfortado, de
quien ha conseguido disipar sus dudas y al fin descansa, entregado en
cuerpo y alma a la gran dominación”
“Anda,
mírame a los ojos y no pienses en nada.”
Miré a
aquellos dos agujeros vacíos. Cloacas de alcantarilla que me
abducían y mitigaban a la vez cualquier sensación.
“Ahora
levántate, te acompañarán a por tus cosas pero antes escucha bien
lo que te digo: Cualquier movimiento en falso y tu castigo será
aplicado esta vez a tus hijos. Ellos no han sido adscritos todavía
al programa de renovación. Pero un simple gesto en tu rostro que
muestre disconformidad con tus palabras y sus mentes serán por así
decirlo, reseteadas”
Al
ponerme en pie me sentí liviana, plena.
Era la de antes, aunque mi
misión doblegara del todo las ansias de justicia que corrían por
mis venas.
¿Por qué extraña razón confiaban en mí?.
¿De qué
extraña manera ellos no detectaban mis pensamientos rebeldes?.
Tal
vez mis todavía desconocidas facultades, entrañaban la asombrosa
capacidad de no permitir que mis pensamientos fueran leídos como en
el resto de los mortales, tal vez mi alta capacidad de divulgación y
persuasión pesaba más en su balanza y habían decidido arriesgar,
tal vez era una prueba hecha a mi medida, un mal chiste como a veces
resulta ser la vida.
Me giré
para no volverme jamás hacia aquel lugar. Mis ropas eran de abrigo y
el tiempo al que fui arrojada vendría a ser algo así como
primaveral. Aunque ya para entonces, el calentamiento global no había
hecho más que igualar sobremanera las estaciones, no distinguiéndose
significativamente unas de otras.
Entré
a un local de comidas y al entregar mi cartilla, la cumplimentaron
con un cuño.
Ahora ya conocía el sentido de aquella cartilla que
tanto me asustó sobre la mesilla. En breves instantes una caja de
cartón reciclado fue depositada ante mí, en su interior, un mejunje
de verduras y cereales germinados humeaba. Me lo comí con recelo, no
por su exquisito sabor sino por el hecho de ser deglutida fuera de
aquel higiénico y claustrofóbico lugar.
Por algo me habían siempre
gustado los bares con cierta suciedad, grasilla acumulada que me
recordaba a la vieja usanza de hacer fritangas insanas en gran
cantidad.
(Escrito por Eli D Dragón)
(Escrito por Eli D Dragón)
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